Un barrio a la deriva

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La gente se fue. Antes, en diciembre nos integrábamos bastante. Don Braulio Vargas organizaba parte de las celebraciones, la batida de la natilla. Había reinados y encuentros populares. Las matronas de la época se encargaban de las festividades” Habitante del barrio el Naranjal

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Ahora nadie quiere vivir en Naranjal. Los pocos moradores que quedan no se han ido porque los precios de sus residencias están por el suelo. “Una casa que vale diez o doce millones la compran por seis u ocho para poner allí un taller que vale 20 o 30” Habitante del barrio el Naranjal

La desidentidad y la inconformidad es tan alta que quienes residen en el sector siempre tienen pena de decir donde viven. “A las dos últimas generaciones les ha tocado borrar de su información personal y de sus relaciones personales el nombre del barrio”Habitante del barrio El Naranjal

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Los habitantes y personas que trabajan en Naranjal observan las limitadas condiciones alimentarias de los niños.
Las mangas se agotaron con el crecimiento de la ciudad y no quedó ni una sola área para las practicas deportivas y lúdicas de los niños, adolescentes y adultos que viven o trabajan en el lugar.

Parece increíble, piensa la gente, que un barrio tan central se encuentre en el deterioro que exhibe Naranjal en el momento.

En años pasados la gente del lugar dispuso de los servicios de la Escuela Carlos Obando que desapareció por decisión de la administración municipal no “sabemos porque razón. hoy en día nuestros muchachos tienen que salir a buscar cupo en otras partes. Lo mismo sucede con el bachillerato. Eso supone una serie de gastos adicionales en pasajes.

Fuente: El Colombiano, martes 8 de Junio, 1993.